Esa mañana de septiembre, nos comunicó a mi hermana menor y a mí, la novedad:
- Hoy, como festejo del día de la primavera, vamos a salir a pasear, ¿saben?
“¡Qué bueno! ¡Vamos a salir!” – Pensé, sin siquiera imaginar la trampa que nos estaba preparando. (Yo y mi inocencia…)
Así que nos vestimos y salimos, dispuestas a pasar un buen momento, quizás sentarnos a tomar algo y conversar.
Nos llevó a una librería grande, nos dejó durante un rato mirando textos para justificar la salida y el “paseo”, y luego nos llamó:
- Tengo que decirles algo… en realidad las traje acá porque tengo que comunicarles una cosa importante. Ahora, vamos a ir con una persona que nos va a ayudar… ustedes se tienen que mostrar tal cual son y decir sus opiniones sin temor, ¿Saben?.
- ¿Quién es la persona? – Le pregunté.
- Ya van a ver… en un ratito la van a conocer… - Ella y sus misterios. ¿No era más fácil aclarar las cosas de entrada? ¡Ya éramos grandes para que nos tratara como nenas!
Salimos de la librería y caminamos unas pocas cuadras hacia donde ella nos guiaba.
A ese imprevisto se sumó otro más cuando nos fuimos acercando al sitio donde estaba “la persona”. Resultó ser, que así como se las había ingeniado para llevarnos a nosotras, había citado también a mi hermana mayor (que ya no vivía con nosotros) para que se sumara a la reunión.
Yo estaba completamente intrigada. ¿Qué podía ser tan importante? ¿Qué sería lo que tenía que decirnos? Me daba cuenta que últimamente mamá andaba en algo raro, y que no estaba en su mejor momento, especialmente en la relación con mi papá y conmigo, pero igualmente sentía curiosidad de lo que fuera a ocurrir.
Entramos a un edificio las cuatro y subimos con el ascensor hasta el tercer piso. Nos paramos frente a una puerta que lucía una placa en la cual decía: “Margarita Moreno. Licenciada en psicología. Terapias individuales, de pareja y familiares”.
Tal como lo había imaginado.
Nos abrió la puerta una señora mayor que nos hizo esperar unos instantes, ya que estaba ocupada con un paciente anterior.
Nos quedamos mis dos hermanas, mi mamá y yo, sentadas en el sillón de espera, en completo silencio y expectantes ante lo que iba a suceder.
Después de unos minutos – que a mí me parecieron eternos – nos hizo pasar. El consultorio era muy chico, pero agregando dos sillas y poniéndonos bien juntitas, entramos bien.
La terapeuta, una mujer de rostro tranquilo y afable, le dio la palabra a mi mamá para que empezara a explicarnos el motivo de la reunión.
- Bueno… yo las traje porque quiero que todos estemos al tanto de lo que sucede… (Si, todos menos mi papá). Ustedes saben que yo no me estoy llevando muy bien con su padre, yo siento un mal estar y necesito buscarle alguna solución porque no quiero enfermarme y porque sé que esto también las afecta a ustedes… (A Bibi y a mí, porque Marisol no vive con nosotros, claro). Entonces yo estaba pensando en la posibilidad de tomar distancia un tiempo… (¿Por qué no decís “separarme”, mamá? ¿Por qué no sos más directa?)
Ahí intervino Margarita:
- Ahora vamos a escuchar que opinan ustedes. A ver, empecemos por la mayor…
Marisol tomó la palabra:
- Bueno… la verdad a mí no me gustaría que se… separaran, no me parece lo más conveniente… pero es la decisión de ella y yo la voy a respetar.
- Bien. ¿Vos, Bibi, que pensás de lo que dice mamá?
Mi hermana respondió timidamente:
- Y… a mí tampoco me gustaría… me daría mucha pena… pero si ella no se siente bien…
- Ajá. ¿Veveka?
Mis hermanas me miraron, entre expectantes y amenazante, porque sabían que yo siempre opinaba distinto.
No se trataba de llevarles la contra, se trataba, simplemente, de ser realista.
- Yo creo que la separación es lo mejor. Va a resultar mejor para todos. Me parece bien.
De reojo miré las reacciones y vi que mi mamá me miraba de manera neutra, pero mis hermanas me miraban heridas, como si las hubiera insultado.
Ellas eran así, siempre apoyando y defendiendo a la madre (o lo que ellas consideraban apoyo). Yo no: yo me inclinaba por el bien de todos y me imaginaba la paz que reinaría tras un cambio en la distribución de la familia. Yo ya estaba pensando en quedarme con mi papá porque no estaba de acuerdo en los criterios y decisiones de mi mamá y la convivencia con ella me traía bastantes problemas y sufrimiento.
Después de esa sesión, quedó en claro que nuestra vida iba a cambiar, que ya era momento de dejar atrás la hipocresía, el fingir que todo estaba bien y el tomar la decisión de aceptar las cosas como eran.
Después de esa sesión empezó el frenesí por la división, se dio origen a una “fiebre compulsiva” por parte de mi madre para conseguir el dinero para irse… desde ese día empezó el calvario para mi pobre padre. (Que ignoraba por completo que su mujer se quería separar y se enteró cuando una abogada se lo comunicó)
lunes, 13 de abril de 2009
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Wow debe ser horrible saber que tus padres se quieren separar,se peleen y tú estés en medio de eso,yo no he pasado algo así pero puedo entenderte ya que sólo vivo con mi padre,ir a una terapia hubiera sido lo mejor,pero ninguno puso de su parte y yo en ese momento era sólo un bebé,ya luego ni bola le dí :S,aún así creo que hubiera sido lo mejor,cuidate mucho,suerte en tu blog y gracias por comentarme amiga
ResponderEliminarEn ciertos casos para los hijos es mejor la separacion que vivir entre gritos y peleas. Tengo varios ejemplos.
ResponderEliminarVeveka:
ResponderEliminarMa Ma de vo, como dice en China: "Mujer es tigre"
Muchio pelicorosa.
Vo aleja de ellia.
I Tzan sabe que te dice.
Ma Ma de vo, da muchio dolor de cabeza a mi.
Xiéxie - I Tzan